
L o l a p i c ó
Desde hace más de tres décadas, mi búsqueda en la pintura ha estado marcada por una pregunta:
¿Cómo puede una obra abstracta, sin representar objetos reconocibles, hablar directamente a quien la contempla?
En mi caso, la respuesta siempre ha estado en la materia. En la textura de los materiales, en las huellas que dejan los gestos, en el color que vibra y se superpone hasta formar un lenguaje propio. Cada capa es un registro del tiempo, una memoria silenciosa que permanece en la superficie.
No me interesa “contar” una historia visible, sino provocar un diálogo íntimo. La abstracción no es un enigma: es una puerta abierta.
El color se convierte en emoción, las transparencias en susurros, los trazos en un pulso vital que habla de lo que no siempre puede nombrarse. En ese encuentro, lo que parece caótico adquiere sentido, y lo que parece puro azar revela su necesidad.
Mis obras no buscan representar el mundo tal cual es, sino invitar a sentirlo de otra manera: con la mirada, pero también con la memoria, con la piel, con lo invisible.
Cada cuadro es, al final, un territorio abierto.
Un lugar donde el espectador y la materia se encuentran.
Un lenguaje secreto que solo existe cuando alguien lo escucha.
Lola Picó